martes, 14 de septiembre de 2010

GRANDES ESTUDIANTES


Relato de experiencia áulica en trabajo con personas mayores en el Instituto de Nivel Superior de Charata

Llegan con sus mochilas cargadas de ayeres, postergan horas de actividad lúdica con los nietos, reemplazan la rutina de Tinelli por Cortázar o Arlt.
Llegan en la búsqueda de “nuevas movilizaciones”; a ver de “que se trata”.
Muchos adultos y hasta personas de la tercera edad comienzan o retoman estudios que no pudieron realizar en su juventud. El apoyo de sus hijos y nietos es fundamental a la hora de iniciar el desafío.
Suele decirse que si una persona pone todo lo que está a su alcance para lograr una meta nunca será tarde para cumplir ese sueño. Por diferentes motivos mucha gente no pudo estudiar ni formarse profesionalmente de joven, pero de adultos e incluso en la tercera edad retoman aquellas ilusiones que alguna vez quedaron truncas. Y la satisfacción y el placer que experimentan al cumplir ese logro es notable.
Distintas motivaciones pueden llevar a una persona mayor a iniciar o retomar los estudios terciarios.
Para David Zolotouw, licenciado en trabajo social y psicólogo social, el deseo de seguir aprendiendo, el haber dejado estudios inconclusos de joven y la posibilidad de sociabilizar con otras personas, son algunas de las razones por las cuales vuelven a hacerse amigos de los libros.
La historia de Gloria, 54 años, ama de casa, es muy particular porque cuando terminó el secundario su padre le dijo que no siguiera el magisterio porque entendía que no le iba a servir para nada. “De chiquita quería ser docente” comentó Gloria que a los 54 años – divorciada y con dos hijos – cursa el cuarto año del Profesorado en Lengua y Literatura, lo que constituye el paso previo para cumplir con su sueño de tener una titulación, aunque no sabe si por la edad podrá desempeñarse en algún cargo en el ámbito oficial.
“Estuve seis años hasta que me decidí  porque cada vez que tenía que dar el paso me temblaban las piernas y abandonaba”, recordó la mujer que durante tres años y medio viene cursando la carrera todos los días mientras trabaja para ayudar a sus hijos.
Para Zolotouw, como en todos los proyectos  hay muchas ganas de empezar algo nuevo aunque también puede aparecer el temor a que la cabeza no responda, a que les cueste incorporar contenidos o a que otros aprendan y ellos no. “Pero cuando se dan cuenta que tienen muchas ganas de aprender, ya no hay límites para el aprendizaje”, sostiene.
Silvia, 60 años, trabajó muchos años como docente rural –maestra de escuela primaria- e incluso llegó a ser directora. Madre de dos jóvenes de 26 y 30 años, hace algunos años sintió la sensación de que le faltaba algo. “Extrañaba el estar con gente, el compañerismo de todos los días y me puse muy triste” recordó. Uno de sus hijos le comentó sobre las carreras que se dictan en el INSCH y decidió anotarse en Historia para comenzar.
Para el psicólogo social, y para mi también, los vínculos que establecen estas personas con los más jóvenes y con sus docentes son muy buenas y es destacable el intercambio generacional, que es muy positivo  para establecer contactos. “Tenemos una relación hermosa con los mas chicos. Ellos nos tienen mucho respeto y los profesores nos movilizan todo el tiempo” señala Silvia.


Para la familia las expectativas en general suelen ser muy favorables en cuanto a la decisión de que sus padres o abuelos puedan cumplir con el objetivo de estudiar y cuando este apoyo se hace de manera explícita sirve como empujón que ayuda a despejar ciertas incertidumbres al respecto.
“Mis hijos estaban súper contentos cuando me recibí y me regalaron flores. Me sentí muy admirada por ellos y por mis dos nietos. Sentía que había alcanzado mi meta”, acota Silvia.
El tiempo que actualmente está dedicado a distintas actividades y responsabilidades de la vida cotidiana se verá reducido o anulado, en algunos casos. El objetivo es lograr un buen resultado en los estudios aunque no a cualquier precio. Y eso se logra organizando el entorno antes y no después de comenzar.
Es bueno visualizar esta etapa como necesaria y de beneficio para la familia en su conjunto, ya que todos deberán poner de su parte para acompañar en la realización de ella.
De los cincuenta en adelante la persona está en una edad muy buena, no se pierden habilidades de memoria, pensamiento o análisis, si se tiene el hábito de estar mentalmente activo, indica el psicólogo Vladimir López.
Asegura, a la vez, que a pesar de la lentitud y pérdida de memoria que sobreviene con los años, el aprendizaje en el adulto  mayor es sólido y preciso. Cada uno aprenderá con mayor o menor entusiasmo en la medida que lo que estudia tenga significado en su vida personal, comenta.
Ser el estudiante mayor de una clase también ofrece otras ventajas. Tienen más facilidad de participar, son espontáneos al preguntar y se muestran muy seguros de sí mismos, indica el psicólogo López.
Cuando en el aula comparten con gente más joven, la experiencia de adultos mayores también los convierte en orientadores.
Susana, 57 años, alumna de primer año de la carrera de Lengua y Literatura, señala: “Mis compañeros tienen entre 18 y 20 años, pero la relación es muy buena y me hacen caso cuando les digo que hay que estudiar para superarse”.
El psicólogo refuerza la idea que compartir con las nuevas generaciones incrementa la estima, repercute positivamente en la relación con la familia y mejora la salud física, como resultado del buen estado mental.
“El estudiar con jóvenes hace que una no se estanque, porque es cómodo estar con señoras como yo, conversar sobre los hijos, los nietos y el ocaso de la vida, pero yo quiero estar con gente que está comenzando y tiene muchos proyectos” enfatiza Susana.
Sin embargo, la relación que se da entre un estudiante adulto y uno joven depende más de la personalidad de cada uno. Se ha observado que la conducta suele marcarse en dos patrones: el grupo de adolescentes que guarda distancia y respeto hacia los mayores, especialmente hacia las mujeres; y los que son molestos, activos y gustan compartir actividades extra-aula.